sábado, 21 de marzo de 2009

UNA CURIOSIDAD

Hace muchísmo tiempo que no escribo en un blog, al menos, no una entrada personal. Un buen día, me di cuenta de que la inspiración había desaparecido. No encontraba nada interesante que contar. Intenté solucionarlo creando otro blog con una nueva plataforma, pero nada, que si quieres arroz Catalina.....
Y, ahora, mientras trabajaba en la programación, se me acaba de ocurrir que, posiblemente, un hecho que ha tenido lugar en el instituto en el que estoy trabajando este curso sea el motivo a partir del cual retome esa buena costumbre que es escribir en un blog.
La verdad es que no me puedo quejar. Es más, me congratula comprobar que estaba equivocada con respecto a la relación que yo pensaba que nuestros adolescentes mantienen hacia la lectura. Los chavales de Chelva me han sorprendido gratamente, pues son muy lectores (ellos mismos me piden que leamos en clase); y un hecho, que en principio era una muestra de rebeldía por parte de una alumna, será la tónica del próximo trimestre en cuanto a la lectura.
Tod@s sabemos que la adolescencia es muy complicada porque es etapa de mchos cambios (hormonales, físicos, actitudinales....). L@s chic@s se inician en sus primera relaciones, comienzan a formarse parejas y también a deshacerse. Precisamente aquí comienza la historia: en una ruptura.
Una de mis alumnas (Noemí) estaba saliendo con otro alumno del centro. El tipo era un ficha, de hecho, el suyo fue el primer expediente que se cursó en el centro. Afortunadamente, no ha vuelto tras ser expulsado.
Ella no es que sea muy brillante, pues no trabaja mucho, pero es inteligente, puede hacer más de lo que hace. A la falta habitual p0r trabajar del primer trimestre, se unió una apatía total en el segundo después de que rompieran. De repente, observamos que, en lugar de seguir la sesiones como los demás alumnos, se dedicaba a leer en clase (en concreto, la saga de Crepúsculo). Lo que evitó que le llamara la atención fue que observé que sus compañer@s apoyaban su postura preguntándole por la evolución de la historia. Una postura que, si bien para algunos profesores representaban rebeldía, para mí era su forma de pedir ayuda, de refugiarse para olvidar, o quizá de encontrar respuestas a un montón de preguntas. Y de ser una especie de muro inquebrantable se convirtió para mí en un ser indefenso, perdido. Cuando me comunicaron que debía prohibirle la lectura en clase, me encontré en una encrucijada.
Afortunadamente, se ha enganchado al ritmo de clase. Llegó a un acuerdo con la pedagoga: si seguía las clases y si los profesores se lo permitían, podía leer (creo que no hace falta que me pronuncie al respecto). La buena nota del primer examen le subió tanto la moral que me pidió llevárselo para enseñarlo en casa y, como era de esperar, no pude negarme.
Me parece que ya sé sobre qué libro hará Noemí su exposición en el tercer trimestre.

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